Rev. Padre Víctor Caviedes

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  LA CATEQUESIS Y EL CATEQUISTA
1) Objetivos de la Catequesis actual
La catequesis es tan antigua como la misma Iglesia, y representa uno de los signos más claros de la renovación impulsada por el Concilio Vaticano II. 

La Misión de la Iglesia, es decir, lo que el Señor le encargó fueron tres cosas:
Mt 28,19-20: “Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.

La Catequesis es uno de los tres modos con los que la Iglesia enseña el Evangelio:
a) Para los no creyentes, o los que ignoran la existencia de Jesús y su mensaje, se empieza con el primer anuncio o MISIÓN.
b) Para los que han creído y quieren conocer a Jesús está la CATEQUESIS, que pretende ayudar al cristiano, en lo básico, a creer, a vivir el Evangelio y a celebrar la fe.
c) Para los fieles cristianos, queda la PREDICACIÓN o acción pastoral.
l objetivo de la catequesis es la iniciación cristiana de los catecúmenos. Esta iniciación cosiste en ayudar a conocer a Jesús, a vivir sus mandamientos y a celebrar la fe. Por eso, una catequesis renovada debe tener tres dimensiones: 

1ª DOCTRINA: Enseñar la Persona y la doctrina de Cristo: Para ello, el catequista debe conocer muy bien la doctrina a fin de que pueda transmitirla adecuadamente. Como marco de referencia para enseñar la doctrina, el catequista cuenta con el Catecismo de la Iglesia Católica, que se explica en la Escuela de Formación Cristiana.

2ª MORAL: Motivar en el corazón de los niños un cambio de vida que los lleve al bien y a la virtud: es decir, debe ganar el corazón de los niños y provocar en ellos ilusión por vivir los valores del Reino: el amor, el perdón, la misericordia, la gratuidad, la humildad...

3ª LITURGIA: Celebrar la fe: La catequesis debe iniciar en la vida de oración y en la liturgia, especialmente, animando la participación en la Misa del domingo.

Si falta alguna de estas dimensiones, la catequesis estará incompleta.
2) Las cualidades del buen catequista
El ministerio de catequista es muy importante en la vida de la Iglesia, como enseña el Concilio Vaticano II. Su tarea es antiquísima y además está mandada por el Señor. Por eso el catequista debe sentirse dichoso de serlo. No se es catequista principalmente por los niños, ni por lo bien que lo hacemos, sino por la alegría de transmitir la Palabra del Señor. El catequista de hoy ha de caracterizarse especialmente por tres rasgos:

1º CREER EN EL SEÑOR: Haber sido ganado por la persona y doctrina de Jesucristo: El buen catequista no es el que sabe cosas de la fe, sino aquel que, habiendo sido ganado por la persona de Cristo, conoce su mensaje, ama a su persona y se encuentra frecuentemente con él en la oración y en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía del domingo. Por esta razón, no vale cualquiera para ser catequista, tampoco basta la buena voluntad, ni mucho menos es apto para este ministerio quien no participa en la Misa del domingo.

2º AMAR A LOS NIÑOS: Querer a los niños: El catequista es para muchos niños el sacramento vivo del amor de Dios Padre, de ahí la importancia de que se preocupe del crecimiento de cada niño, los visite en caso de enfermedad y les muestre gestos de cariño que acompañen la enseñanza de la doctrina cristiana.

3º VIVIR EN LA IGLESIA: Hacerse responsable de la vida cristiana del niño: El catequista es el auténtico padrino de los niños de su grupo. Por eso es tarea suya no sólo enseñar la fe, sino sobre todo responsabilizarse de su crecimiento y continuidad, y preocuparse de que participen en la Misa dominical.

3) Modernizar los sistemas de catequesis

Nuestras catequesis siguen utilizando una metodología tradicional. Las razones de esta carencia son diversas: los catequistas están pedagógicamente poco capacitados; los salones, el mobiliario y los materiales audiovisuales son deficientes y escasos; además, los niños están sobrecargados de tareas extraescolares y entienden la catequesis como lugar de expansión y entretenimiento, y no principalmente como espacio de formación y crecimiento en la fe.

Se impone un gran esfuerzo de nuestra comunidad parroquial por invertir en locales, mobiliario y materiales pedagógicos y audiovisuales. Asimismo necesitamos animar a nuestros catequistas para que participen en cursos específicos de formación y capacitación. 

4) Despertar el interés de los padres en la tarea catequética
Seguramente, no existe, en el campo de la catequesis, un problema más grave y desanimador para catequistas y sacerdotes que el de la actitud de muchos padres que muestran poco interés por la educación religiosa de sus hijos y por el esfuerzo que la Parroquia realiza en esta importantísima tarea.

Normalmente, suelen enviar a sus hijos a la catequesis parroquial, sobre todo, antes de la Primera Comunión. No obstante, una vez que los niños la han recibido, son muchos los padres que se desentienden del proceso catequético. Urge, por tanto, un trabajo pastoral serio y paciente con los padres más jóvenes a fin de revitalizar su propia fe y hacerles comprender la necesidad de que el niño llegue a terminar su formación religiosa, paralelamente a su formación humana e intelectual. En algunas Parroquias se han dado pequeños pasos para incorporar a los padres en la tarea catequética, pero hemos de reconocer que queda aún mucho por hacer.

Cuando uno de los padres o ambos viven la fe, el niño suele perseverar con más facilidad que cuando no hay esa vivencia en el hogar familiar. Por eso, sin dejar de hacer una catequesis amena y renovada, el Párroco junto con los catequistas ha de idear modos de incorporar a los padres en el proceso catequético, concienciarlos de la importancia de la educación en la fe y, si es posible, formarlos cristianamente.